lunes, 21 de octubre de 2013
Wendy Pope
“Así que ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de
Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que
confiesan su nombre.” Hebreos 13:15 (NVI)
Lectura:
Mis ojos captaron los de ella mientras
salía del salón. La sombría expresión de su cara revelaba el peso de su
corazón. Le lancé una mirada inquisitiva a la cual ella simplemente dijo “no”
con su cabeza. Habíamos estado orando para que recibiera buenas noticias, un
“sí” a una oportunidad por la que cual ella había estado trabajando muy duro.
La llamada llegó, pero esa oportunidad le había sido negada.
Reconocí su dolor. Su nombre:
rechazo. Al igual que mi amiga, yo había estado esperando una llamada similar,
solo para ser rechazada también.
Quizá también ya hayas conocido
a ese intruso nunca bienvenido, el rechazo.
Tú trabajas muy duro para ganar
una promoción, y al final resultas ignorada. Intentas ser una esposa amorosa, y
aun así tu esposo te deja. Amigos bien intencionados nos aseguran que “los
tiempos y los planes de Dios son perfectos”. Con gran compasión nos dicen:
“sigue confiando en Dios”. Pero a veces, cuando el rechazo nos pega fuerte,
necesitamos un empujón en nuestra confianza. Necesitamos algo cuando nos
sentimos en el fondo del pozo. Momentos así están hechos para alabar.
Las alabanzas curan nuestro
desánimo de una manera en que las simples palabras no pueden. Cuando alabamos a
través de nuestro dolor, Dios en su poder sobrenatural nos da fuerza para hacer
lo que parece imposible: alzarnos por encima de nuestras circunstancias.
Nuestras alabanzas redirigen nuestro enfoque hacia Él, en vez de hacia nuestro
rechazo, y nos recuerdan que Dios siempre nos da la bienvenida en su presencia.
Alabar a Dios es fácil cuando
la vida está llena de felicidad y éxitos. Sin embargo, cuando estamos lidiando
con rechazos, alabar a Dios puede ser difícil; puede parecer incluso un
sacrificio. No necesariamente es fácil ofrecer un corazón agradecido cuando
sentimos que no tenemos mucho que agradecer. No obstante, el autor de Hebreos
nos aconseja “ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de
alabanza, es decir, el fruto de los labios” (Hebreos 13:15b). Justo como la fruta es dulce y placentera al
paladar, la alabanza es dulce y placentera al Señor.
Alabar en medio del dolor (y
para ser honestas, a veces en medio de la conmiseración) parece requerir una fuerza
que no tenemos. Pero el autor de Hebreos 13:15 nos dice que nuestra habilidad
para alabar en los momentos difíciles viene por medio de Jesucristo.
Al acceder a su poder, nuestro
sacrificio de alabanza generará más fuerza para alabar, lo cual generará más
alabanza. ¡Es un hermoso ciclo! La alabanza mueve nuestra mirada del rechazo y
la dirige a todo lo que tenemos en Jesús: paz, consuelo y aceptación.
Más tarde esa semana le envié
un mensaje de texto a mi amiga para saber cómo estaba. Ella se tomó algo de
tiempo a solas para alabar a Dios y el dolor del rechazo que tuvo que enfrentar
había empezado a aflojar. ¿Sus problemas desaparecieron? ¿Su rechazo se volvió
aceptación? No. Pero su dolor se volvió alegría al enfocarse en la alabanza que
fue dulce y placentera a su Señor.
Amado Señor, gracias por proveer de todo lo que necesito,
todo el tiempo. Tú incluso me das la fuerza para alabarte. ¡Qué Dios tan grande
eres! Cuando llegue el rechazo, ayúdame a recordar la verdad que he aprendido
hoy. En el nombre de Jesús, Amén.
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¿Cuál es tu respuesta típica cuando tienes que lidiar con
el rechazo?
Hoy pasa un tiempo a solas y alaba al Señor. Continúa
alabando hasta que tu alabanza genere aún más alabanzas.
Versículos que te darán fuerza:
Salmo 7:17, “¡Alabaré al Señor por su justicia! ¡Al nombre del Señor altísimo cantaré salmos!” (NVI)
Salmo 21:13, “Enaltécete, Señor, con tu poder, y con
salmos celebraremos tus proezas.” (NVI)
© 2013 de Wendy Pope. Todos los derechos están
reservados.
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1 comments:
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