domingo, 7 de octubre de 2012
Ana Stine
Juan 16:8, Cuando él venga,
convencerá al mundo de pecado y de la justicia de Dios y del juicio que viene. Juan 16:8, (NTV)
Lectura:
¡Pero qué susto me llevé el otro día mientras manejaba por la
autopista!
Todo iba muy bien esa mañana. No había
mucho tráfico y yo me dirigía hacia el trabajo, tarareando una alegre canción
que sonaba en la radio.
Después de un rato, se me ocurrió pasar al carril a mi izquierda para ir un
poco más rápido. En el retrovisor vi que
podía hacerlo. Prendí mi direccional y empecé a cambiar de carril. De pronto, el intenso sonido del claxon de un
carro, contra el cual por poco y me choco, me hizo cambiar rápidamente de
opinión.
Sobresaltada me pregunté: “Pero ¿de dónde salió ese carro, si nunca lo vi?”
¡No quiero ni pensar lo que hubiera ocurrido si esa persona no hubiera
“sonado la alarma”!
En nuestra vida espiritual el Espíritu Santo es como una alarma que suena
dentro de nuestros corazones cuando estamos a punto de cometer un error, quizá
sin siquiera saberlo.
A veces su voz es como una palmadita en la espalda que nos recuerda “eso no
es correcto”. A veces es como una
sirena, clara, fuerte y alarmante, difícil de ignorar.
Cabe mencionar dos aspectos importantes al respecto:
1)
La voz del Espíritu es firme, pero gentil. Su deseo no es avergonzarnos ni criticarnos,
sino guiarnos a la verdad (Juan 16:13) para evitarnos las consecuencias del mal
paso que estamos a punto de dar.
2)
Ya Dios nos ha creado con lo que filosóficamente se
conoce como “libre albedrío” (el poder de elegir y tomar decisiones propias), a
nosotros nos toca decidir si vamos a hacerle caso o no.
Esa mañana, en la autopista, yo pude
haber insistido en cambiar de carril, a pesar del bocinazo. Quizás en lugar de regresar a mi carril
original, pude haber acelerado, pensando que podía evitar pegarle al carro que
venía tan cerca de mí y lograr así mi cometido.
¡Pero hubiera sido un desastre!
Mi oración para todas nosotras es que, cuando el Espíritu Santo “suene la
alarma”,
respondamos con humildad y retomemos el curso correcto, confiadas en
que él desea lo mejor para sus hijas.
Amado Señor, Te doy gracias
porque tu Santo Espíritu me avisa cuando no me doy cuenta, pero estoy a punto
de cometer un error. Gracias por avisarme
con respeto y amor. Ayúdame a ser
humilde y a obedecer tu voz. Yo quiero
aprender a confiar en ti. En el nombre de Jesús, amén.
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Reflexionar y responder: ¿Ha estado el Señor sonando
una alarma en tu corazón? ¿Has escuchado
sus avisos de precaución? ¿O has
insistido en continuar haciendo tu propia voluntad, ignorando las posibles consecuencias?
Si tu respuesta es “sí” a esta última pregunta, pídele al Señor que te
perdone y que te ayude a obedecerlo.
Si no estás muy clara de si el paso que estás a punto de dar es correcto o
no, platica con tu pastor o con una amiga cristiana, y pídeles su consejo y que
oren contigo al respecto. Recuerda que
Dios es fiel y que su deseo es mostrarte su voluntad.
Piensa en un par de ocasiones en las cuales decidiste ignorar la voz del
Espíritu y terminaste cometiendo un disparate. A veces es bueno pensar en estas
cosas para aprender de nuestros errores.
Quizá pensar al respecto te llena de coraje, vergüenza y dolor. Medita en el amor de Dios y en su Palabra, la
cual nos dice que Jesús no vino a condenar sino a salvar al mundo (Juan 12:47)
y que él murió en la cruz para darnos vida, y vida en abundancia (Juan 10:10).
Si tú le has pedido perdón al Señor, descansa; él ya te perdonó, pero quizá
sea hora que tú te perdones a ti misma.
Piénsalo.
Salmo
86:11, “Enséñame tus caminos, oh Señor, para
que viva de acuerdo con tu verdad. Concédeme pureza de corazón, para que te honre.” (NTV)
Juan 16:13, “Cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la
verdad.” (NTV)
Hebreos 3:7-8a, “Por eso, como
dice el Espíritu Santo: Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el
corazón.” (NVI)
© 2012 de
Ana Stine. Todos los derechos están reservados.
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