sábado, 10 de agosto de 2013
Micca Campbell

 “Pero él me dijo: ‘Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.’ Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.” 2 Corintios 12:9 (NVI)
         
Lectura:       

Ser una madre soltera cuando mi hijo era pequeño fue difícil en muchos niveles. La mayor parte del tiempo me sentía cansada y abrumada por todas mis responsabilidades. No había nadie con quien compartir mis problemas; nadie con quien preocuparme, planear, o que le diera un baño a mi hijo cuando yo necesitaba un descanso.

Para empeorar las cosas, vivíamos en un segundo piso. Cuando mi hijo era un bebé, era un gran reto cargarlo a él, la bolsa de pañales y las bolsas del supermercado, y subir a casa... todo al mismo tiempo. Yo no quería dejarlo solo en la casa o en el coche, así que apilaba todo lo que debía cargar. Una vez que subía todas las escaleras, mi siguiente reto era abrir la puerta con mis brazos llenos y a punto de desbordarse.

La mayoría de los días sentía como que el mundo entero pesaba sobre mis hombros. Aunque tratara de llevar esta carga, yo era demasiado débil. Me estaba aplastando y aún así yo seguía luchando. Intentaba aún más. Tenía que hacerlo. Tenía que ser fuerte. Si dejaba mi carga, ¿quién la iba a recoger?

Un día, me topé con nuestro versículo clave: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad”. La esperanza despertó en mi corazón cuando me di cuenta de que mi situación era una oportunidad para vivir la fuerza de Dios. No tenía que poner una cara valiente, o pretender estar hecha de acero. Simplemente necesitaba rendir mi debilidad a Dios a cambio de su fuerza.

Eso es lo que Pablo hizo en 2 Corintios 12:7-10. Él oró repetidamente acerca de una situación difícil en su vida, pidiendo al Señor que la apartara de él. Dios respondió: “Mi gracia es suficiente”.

Descubrí que Dios me respondió en la misma manera en que lo hizo con Pablo cuando compartí mis problemas con él. Dios no esperaba que me hiciera cargo de mi hijo yo sola, sino que me dio su fuerza en medio de mi debilidad. Él prometió: “que permanezca sobre mí el poder de Cristo.” (2 Corintios 12:9). Esa promesa es tuya también.

Una forma interesante de ver su poder es viendo este versículo en su original en griego. La palabra para “permanecer” significa literalmente “una tienda o cubierta”. El poder de Cristo sobre nuestras circunstancias y en nuestras debilidades es un albergue en el cual descansar, refugiarnos de las tormentas, y es nuestra cubierta protectora.

La gracia de Dios (su amorosa bondad, alegría, y fuerza) fue suficiente para Pablo, y es suficiente para ti y para mí.

Cuando comienzo a orar a Dios acerca de mi situación y pidiendo ayuda, mis circunstancias no cambian inmediatamente. Pero tengo un renovado sentimiento de la presencia de Dios y de su poder en mi vida, así que dejo de sentirme sola. Mediante la ayuda de otros, empecé a ver la acción de Dios en mi vida y en la de mi hijo. Él siempre estuvo ahí, ofreciéndome ayuda. Yo sólo necesitaba tragarme mi orgullo y recibirla. Cuando dejé que mi amigo podara el pasto de mi casa y que mi vecina adolescente jugara con mi hijo para que yo pudiera hacer mis deberes del hogar, me sentí equipada  para seguir con todos los otros desafíos de la vida diaria.

Eso no es todo. Pablo no solo rindió sus problemas a Dios, sino que también tuvo una actitud positiva: “Gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.” (2 Corintios 12:9).

Buscar y reconocer la fuerza de Dios en mi debilidad fue mucho mejor para mi actitud que quejarme. Quejarse no tiene salida. Sin embargo, hacer alarde de lo que Dios puede hacer en mí infundió mi fe, llevándome a depender de su fuerza cada vez más. Su promesa se convirtió en una realidad en mi vida. Porque cuando yo soy débil, ¡él es fuerte!

Al enfrentar nuestras batallas,  problemas y miedos, es vital que cedamos todo completamente a Dios. Cuando lo hacemos, Dios puede usar nuestras cargas como un medio para su poder y su gracia.

Amado Señor, gracias porque tú eres todo lo que necesito. Hoy confieso mis debilidades y rindo mi situación ante ti. Lléname con tu poder y tu gracia. En el nombre de Jesús, amén.


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Rayos de Esperanza


¿Qué cargas estás enfrentando sola hoy? Considera cómo la fuerza de Dios te puede ayudar a lidiar con tus responsabilidades.

¿De qué maneras el poder de Dios te está cubriendo? ¿A quién puedes pedirle ayuda?

Versículos poderosos:
Proverbios 17:22, “Gran remedio es el corazón alegre, pero el ánimo decaído seca los huesos.” (NVI)

Efesios 3:16, “Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser.” (NVI)


© 2013  de Micca Campbell. Todos los derechos están reservados.  








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