sábado, 16 de febrero de 2013
Emily Freeman
"Luego dijo
Jesús: «Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo
les daré descanso". Mateo 11:28 (NTV)
Lectura:
La ciudad de Nueva York está animada con la brisa del fin
del otoño. Mi hija, Faith, se para a mi lado, su pelo dorado al viento le cubre
el rostro mientras el carruaje estaciona frente a nosotras.
Volamos a esta ciudad para quedarnos con unas amigas y celebrar
el cumpleaños de Faith. Durante todo este viaje sentí una inquietante sensación
de ansiedad y preocupación acerca de lo que está sucediendo en casa. No se
trata de algo en particular, pero no puedo dejar de sentir ese peso. Aprieto
los dientes y reconozco que cargo con un sentido de responsabilidad de manejar
cosas que están más allá de mi control.
Llega nuestro turno de dar una vuelta en carruaje. Nos
toca el carruaje con caballos blancos, un detalle que me urge mencionar dado
que parece que los carruajes con caballos blancos son más importantes que los
que tienen caballos comunes marrones.
Las dos amigas que nos acompañan viven aquí en la ciudad.
Si bien ellas revolean los ojos ante el estereotipo en el que se han convertido
al acompañarnos (¿Una vuelta en carruaje por el Central Park? ¿Realmente es
necesario?), nos quieren los suficiente como para subirse al carruaje y
sentarse apretujadas en los bancos cubiertos de pana roja.
La bolsa negra que cuelga de mi hombro está repleta y
casi no cierra con todo lo que llevo: la cámara, la billetera, un par de
guantes adicional y una botella de agua. Está bien pesada y me duele el hombro
derecho debido al peso.
No bien comienzan a rodar las ruedas del carruaje, yo
dejo caer la bolsa en el piso.
Faith se ríe de algo que dijo el conductor. Observo como
ella echa la cabeza hacia atrás y aplaude con sus pequeñas manos
enguantadas, mi bolsa está a sus pies.
Recuerdo una historia que oí hace
mucho tiempo acerca de un caballo, una calesa y un hombre con una carga pesada.
El hombre se subió a la calesa tirada por caballos y al sentarse se dejó la
carga encima.
Cuando le preguntaron si quería quitarse la carga,
respondió que no quería, dijo: "No, no podría hacer eso. No querría que el
caballo tenga que trabajar tanto. Simplemente la voy a cargar yo".
No pude hacer más que sonreír. Noto las orejas de los
caballos delante de mí, sus cabezas que suben y bajan llevándonos a mí, a mis amigas...
y a mi pesada bolsa.
No pensé ni una sola vez en dejarme la bolsa colgada al
hombro para que los caballos no tuvieran que cargar el peso. Eso sería
innecesario, dado que ya estaban haciendo el trabajo. ¿Para qué hacerlo yo
también?
Me acuerdo de Mateo 11:28. Jesús invita a los cansados,
agobiados, los que llevan cargas pesadas. El ofrece un alivio para las cargas
de aquellos que insisten en llevar su carga en los paseos de carruaje.
Durante el paseo las pezuñas de los caballos crean un
suave sonido rítmico. Mis amigas platican y se ríen, las hojas amarillentas
vuelan en círculos debajo del carruaje y yo siento un cambio en mi corazón.
Los caballos no están simplemente cargando el peso de mi
bolsa. Me llevan a mí.
Tenemos un Dios a quien podemos confiar no solo nuestras
cargas sino también a nosotros mismos. Él todo lo ve, le importa y lo nota.
Él no se va a desarmar.
Él permanece entero y sin abrumarse.
Amado Señor,
envuélvenos en tus brazos con todas nuestras añoranzas, nuestros temores,
preocupaciones y cargas. Reconocemos lo inútil que es para nosotros cargar con
todo esto solas. En lugar de hacer eso, te pedimos que depositemos toda carga
en tus manos y caminemos contigo por la gracia a través de la fe. En nombre de
Jesús, Amén.
Recursos
relacionados:
Reflexionar y
responder:
¿Llevas la carga de cosas que no puedes cambiar?
Imaginemos cómo sería la vida si nos atreviéramos a
creerle a Dios que él es capaz de llevarnos tanto a nosotros como a nuestras
cargas. ¿De qué modo el presente sería distinto?
Versículos poderosos:
2 Corintios 12:9-10, " Cada vez él me dijo: «Mi
gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad». Así que ahora me alegra jactarme de mis
debilidades, para que el poder de Cristo pueda actuar a través de mí. Es por
esto que me deleito en mis debilidades, y en los insultos, en privaciones,
persecuciones y dificultades que sufro por Cristo. Pues, cuando soy débil,
entonces soy fuerte." (NTV)
Salmo 46:10,
«¡Quédense quietos y sepan que yo soy Dios! Toda nación me honrará. Seré
honrado en el mundo en pero». (NTV)
© 2013 por Emily Freeman. Todos los derechos reservados.
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