lunes, 27 de agosto de 2012

 
 “Yo planté la semilla en sus corazones, y Apolos la regó, pero fue Dios quien la hizo crecer.” 1 Corintios 3:6 (NTV)

Lectura: 

Las manchas de tierra persistieron en nuestros brazos. Arqueando nuestras espaldas adoloridas inspeccionamos nuestro trabajo. A pesar de que no se podían ver bajo tierra, las semillas plantadas tenían gran potencial. Fueron horas de planificación, mezclar el suelo perfecto y construir nuestros jardines. Hicimos lo que pudimos. Lo que esas semillas de vegetales decidieran hacer después, no estaba en nuestras manos.

Ya habían pasado otras ocasiones en que Dios hizo algo que no estaba en mis manos. Circunstancias en las que yo no podía intervenir, pero que él trajo a la vida. Relaciones que yo no podía controlar, pero que estaban bajo su autoridad.

Javier y yo fuimos compañeros en la universidad hace más de una década. Nuestros compañeros de cuarto salían juntos, así que naturalmente nosotros compartíamos con frecuencia. Cocinábamos la cena. Pasábamos tardes sin hacer nada, viendo películas. Apoyábamos a nuestro equipo en juegos de fútbol. Cuando yo tomé clases de guitarra, Javier me enseñó los acordes. A pesar de todo este tiempo juntos, siento mucho decir que rara vez mencioné al Señor en nuestras conversaciones.

Desde que nos graduamos, Javier y yo seguimos en contacto esporádicamente durante los últimos doce años. Cuando me mandó este correo electrónico hace poco, yo me quedé impresionada.

Sam, sólo quería agradecerte por haber estado en mi vida durante la universidad. Me acerqué a Cristo hace como cuatro años y cuando analizo mi vida, pienso en las personas que son ejemplos que quiero seguir.

Aunque casi nunca hablamos sobre Dios, yo sabía que tú eras cristiana y realmente admiraba eso de ti. Es como si hubieses plantado una semilla que no dio fruto inmediatamente. Tardó diez años. Me alegra poder decirles a las personas que me ayudaron a encontrar a Cristo lo importantes que son. ~Javier

Nunca me hubiese imaginado que mi silencio pudiera hablar tan alto. Nuestro versículo clave de hoy enseña que si somos leales y sembramos algo en los demás, Dios será leal y hará que nuestras semillas den fruto: una relación con él.

¿Has estado orando por la salvación de un ser querido? ¿O buscando el favor de Dios para que tu hijo, padre, esposo o hermano vuelva a él?

Quizá hayas hecho todo lo que estaba en tus manos: plantar tantas semillas como fuera posible, arrodillarte, compartir versículos, reenviar lecturas por correo electrónico, regalar Biblias y libros, enviar discos de adoración. Pero aún así, ningún retoño parece germinar la dura tierra de su corazón.

Quisiera tener un Programa para Plantar en 5 Pasos que pudiera recomendarte. Quisiera poder decir que deberías hacer lo que yo hice con Javier. Invitarlos a un estudio de la Biblia. O darles la bienvenida a un grupo de oración. O aprender juntos la más reciente canción de alabanza en la guitarra. O quizá relacionar mi Escritura favorita con nuestros estudios escolares.

Aunque esos pasos suenan muy bien, no fueron esas las semillas que planté mientras estaba en la universidad. En vez de eso, simplemente viví mi relación diaria con Jesús. Algunos días mi ejemplo era más estelar que otros, pero para bien o para mal, las semillas fueron plantadas. Día a día Javier me vio confiando en el Señor en silencio, esperando su intervención divina, hallando alegría en su carácter.

No sé qué tanto tú has orado, o qué semillas has plantado, en  nombre de tu ser querido. Pero esto sé: cuando nosotras plantamos nuestras semillas en silencio, consistente y lealmente, el Señor lo honrará. Él  pondrá personas cerca de nuestro ser querido para que rieguen las semillas que hemos sembrado. Y lo más importante: Él las hará germinar. Cuando los resultados no están en nuestras manos, podemos dejarlos en las de él.

Querido Dios, gracias por cuidar de la salvación de mis seres queridos incluso más que yo. Por favor, úsame para plantar semillas en sus vidas, trae a otros para que las rieguen, y te pido que tú las hagas germinar. En el nombre de Jesús, amén.

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Reflexionar y responder:

¿Hay alguien por cuya salvación hayas orado durante años? Relee el correo de Javier y entusiásmate. Las semillas necesitan tiempo para crecer. Sigue orando. Nuestro Dios es el Dios de la esperanza (Romanos 15:13). Quizá es tiempo para contactar a esa persona si no hablan regularmente.


¿Hay alguien en tu vida que no conoce al Señor? ¿Qué semillas puedes plantar que pueda ser parte de su historia de salvación?

Versículos poderosos:
Mateo 5:16, “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.”  (NVI)*

© 2012 de Samantha Reed. Todos los derechos están reservados

 
Gracias por su ayuda en la traducción de este devocional.


Natasha Curtis
Veronica Young
Karina Córdova
Cony Villareal
domingo, 19 de agosto de 2012

"Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego. Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes". Deuteronomio 6:6-7 (NTV)
Lectura:
"¡Esperas que ella tenga la fe de una persona de 44 años cuando solo tiene 14!"
¡Ay! Mi esposo dio en el clavo. Quiero que nuestros hijos se aferren a nuestra fe, sin embargo, a veces es difícil saber cómo lograrlo de un modo en el que ellos puedan recibirlo. Con frecuencia cometo el error de querer que nuestros hijos entiendan y actúen con mi fe, del modo en el que yo lo hago pero, como me recordó mi esposo, ellos son simplemente adolescentes.
Tenemos una vida ocupada y a veces parece que no hay tiempo. Quiero aprovechar al máximo los preciosos momentos que tengo como madre, pero  no quiero estar dando sermones cada vez que abro la boca.
Entonces, ¿cómo instruir a los hijos en la verdad llenando sus corazones mediante un leve flujo y no con un chorro como por manguera de bombero? La palabra de Dios nos da la respuesta: entretejiendo la verdad en la tela de cada día, mientras estamos sentados, caminando, acostados y levantándonos. Cualquier momento pude convertirse en una lección. Estas son algunas de las ideas que funcionaron conmigo:
Comparte lo que Dios está haciendo en tu propia vida
Una de mis actividades favoritas es sentarme con mis hijas a escuchar lo que sucedió durante el día. Aún mejor, es cuando platicamos mientras hacemos algo especial. El viernes pasado fue mientras nos tomábamos un batido en uno de nuestros restaurantes favoritos.
Cuando les dedico a mis hijas mi atención indivisible para escuchar cómo les fue en su día, se presenta la oportunidad de que ellas me pregunten acerca del mío.  Trato de mencionar específicamente lo que Dios está haciendo con mi vida o algo que me esté enseñando. De este modo, no estoy enseñando sino simplemente compartiendo, ¡lo que parece funcionar bien!
Lean juntos la Palabra de Dios
Cada mañana, mientras las muchachas desayunan, yo les leo de un devocional diario. ¡Esto funciona bien dado que tengo una audiencia atenta!
Dirige un pequeño grupo con sus amigas
Todos los lunes, Madi y cinco de sus amigas del primer año se reúnen en mi casa para estudiar la Biblia juntas. Esta es una manera excelente de enseñarles a mi hija y a aquellos que forman parte de su vida acerca del amor impresionante que Jesús les tiene. También me ayuda  a mantenerme al tanto de la vida de una adolescente.
"Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes". La sabiduría de Dios es tan perfecta cuando se trata de invertir su verdad en la vida de nuestros hijos. Al compartir la Palabra de Dios con nuestra familia, procuremos captar los pequeños momentos diarios y explorar formas creativas de transformar cada uno de ellos en un momento en el que se puede enseñar algo.
Amado Señor, ábreme los ojos para reconocer las oportunidades que se me presenten cada día y aprovecharlas para compartir tu verdad. Deseo que esto se convierta en una fuente que emane naturalmente de mi vida. En el nombre de Jesús, amén.
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Responder y reflexionar:
¿Qué impedimento tienes para compartir la verdad de Dios con tus familiares más frecuentemente? ¿Temor a ser rechazada? ¿Temor a no decir lo correcto?
No debes saberlo todo para compartir una cosa.
Versículos poderosos:
1 Corintios 16:13. "Estén alerta. Permanezcan firmes en la fe. Sean valientes. Sean fuertes" (Nueva Traducción Viviente)
© 2012 de Lynn Cowell. Todos los derechos están reservados.  
Natasha Curtis
Veronica Young
Karina Córdova





lunes, 13 de agosto de 2012

Lysa TerKeurst

“Que sus conversaciones sean cordiales y agradables, a fin de que ustedes tengan la respuesta adecuada para cada persona.” Colosenses 4:6 (NTV) 

Lectura: 

Me gusta este versículo. De verdad. Me interrumpe. Hace que cambie de dirección.
Pero principalmente me pone un reto.

Y la parte que más me desafía es la de “cordiales y agradables”. Mis conversaciones deberían estar llenas de cortesía. En otras palabras, la mayoría de mis palabras deberían estar llenas de cordialidad hacia la persona con quien estoy conversando.

No sé si lo has intentado, pero es difícil.

El otro día sabía que iba a tener un día bastante desafiante con una de mis hijas. Era uno de esos días en que desde el principio supe que ella iba a intentar empujar cuando lo que yo quería era jalar. Ella se querría ir, cuando yo querría hacer una pausa. Ella iba a tomar algo cuando yo no estaba con humor de dar.

Simplemente sabía que iba a haber un problema.

Así que pensando en este versículo, me dije a mí misma: “llena de cordialidad y agradable, Lysa. Completamente llena. No parcialmente. No a medias. Pero totalmente llena de cordialidad y siendo agradable.”

Con cada respuesta, yo dosificaba cortesía generosamente. No fue que no la corrigiera, sí lo hice. Pero lo hice en tonos calmados.

Busqué maneras de tranquilizarla amorosamente. Sostuve su mano. Le mostré lo feliz que estaba con ella mediante expresiones en mi rostro. Y me mantuve en silencio cuando mis nervios me rogaban hacer todo lo contrario.

Lo hice muy bien… por un par de horas.

Y luego fallé. Por completo.

Estaba tan desanimada.

Pero cuando pienso en retrospectiva ahora, eso es parte de la cortesía también. Demostré que la razón por la que soy cortés es porque lo necesito desesperadamente. Pedí perdón y decidí resistir mi propio malestar que me pedía sentarme y someterme a mi desordenada humanidad.

Me sacudí el polvo y susrré: “Dios, ayúdame. Por favor, por favor, ayúdame”.

Y di un paso más hacia la cordialidad que tan desesperadamente quería demostrar.

No sé quién es la persona en tu vida que te pone a prueba para ser cortés y cordial, pero, ¿cómo serían las cosas diferentes si tan sólo por hoy decidieras resistir tu malestar e intentaras darle una oportunidad a la cordialidad una vez más?

Recuerda, la cortesía no tiene que ser perfecta para ser buena.

Querido Dios, gracias por tu asombrosa cordialidad. Espero que la pueda ofrecer en cada conversación que tenga hoy. Pero cuando no lo logre, gracias por darme una dosis extra de cordialidad. En nombre de Jesús, amén.

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Reflexionar y responder:
¿Quién es la persona en tu vida que te pone a prueba para ser cortés y cordial? ¿Cómo serían las cosas diferentes si tan sólo por hoy decidieras resistir tu malestar e intentaras darle una oportunidad a la cordialidad una vez más?

La próxima vez que necesites ser cordial, pide perdón, sacúdete el polvo y susurra: “Dios, ayúdame. Por favor, por favor, ayúdame”.
Versículos poderosos:

Efesios 4:32, “Sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.” (NVI)*

Hebreos 4:16, “Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.” (NVI)*

© 2012 de Lysa TerKeurst. Todos los derechos están reservados

Ana Stine  
Natasha Curtis                                                                                                                   Waleska Nickerson                                                                                                                   Veronica Young                                                                                                                                Karina Córdova

lunes, 6 de agosto de 2012


 .. Así que, desde el amanecer hasta que aparecían las estrellas, mientras trabajábamos en la obra, la mitad de la gente montaba guardia lanza en mano." Nehemías 4:21 (NVI)
         
Lectura:

Si bien es cierto que al final Dios cumple sus propósitos de una manera mucho más allá de lo que podemos pedir o pensar, tenemos un papel que desempeñar en sus planes. Recientemente Dios me llevó a leer el libro de Nehemías para ver cómo uno de sus siervos realizó la enorme tarea de reconstruir el muro de Jerusalén.

Salí con un profundo reconocimiento de mi parte en el éxito: organización, comunicación, energía, delegar y el trabajo duro, duro. La Escritura en realidad dice de Nehemías y los israelitas: “...desde el amanecer hasta que aparecían las estrellas, mientras trabajábamos en la obra, la mitad de la gente montaba guardia lanza en mano” (Nehemías 4:21, NVI).

Yo he sido culpable, como muchos cristianos, al hablar de mi llamamiento y de espiritualizar el “confiar en Dios”, sin estar dispuesta a seguirle en la obediencia en cuanto al trabajo cotidiano que se requiere para construir su reino.

¿Qué está pasando contigo? ¿Hay algo que te impide hacer el trabajo? ¿Tal vez te enfrentas a preguntas que te paralizan, formuladas por el miedo? “¿Qué pasa si lo intento y fracaso?” “¿Y si nadie cree en mí?” “¿Y si Dios no se presenta?”… o peor aún “¿Qué tal si entendí mal a Dios y me falta su voluntad?” ¿O hay cosas que te hacen perder el tiempo, distracciones, que te desenfocan de lo que sabes que Dios quiere que hagas?

Me ha tomado muchos años llegar al punto en que la idea de trabajar por mi llamamiento me resulta alentadora en lugar de desalentadora. Me anima saber que no hace falta ser un genio innato ni tener dones excesivos para cumplir con mi vocación. Pues no tengo ninguno de esos.

En un artículo publicado en The New York Times, David Brooks escribió sobre el papel de trabajar duro en el éxito. Él dijo: “El factor clave que separa los genios de los que simplemente hacen cosas no es una chispa divina... En cambió, es una práctica programada. Los mejores pasan más horas (muchas horas más) rigurosamente en la práctica de su oficio."

Un estudio citado en el mismo artículo dice que los músicos que se dicen ser virtuosos practican 10.000 horas, 5.000 más que los que simplemente se consideran buenos.

Me recordó algo que había oído en una entrevista con mi amiga Lysa TerKeurst. Ella dijo que mucha gente se pregunta cómo se convirtió en una autora de éxito del New York Times de la noche a la mañana. Su respuesta fue simple: “A través de 17 años de duro trabajo. Decidí que iba a hacer todo lo que yo podía hacer mientras confiaba completamente en Dios para hacer lo que solo él podía hacer”.

Estoy llamada a convertirme en una comunicadora cada vez más eficaz de Cristo, no para que la gente puede asombrarse de Amy Carroll sino para que puedan contemplar con asombro a aquel de quien yo hablo, de Jesús. He sido llamada a ayudar a otras mujeres a crecer también. No puedo hacerlo a menos que sea una estudiante, aprendiz y trabajadora de por vida.

¿Cuál es tu vocación? ¿Estás haciendo el trabajo? Mi definición en este caso es una obediencia a la Palabra de Dios y la dirección de su Espíritu de momento a momento, día a día. Hay días en que parecerá que avanzas, mientras que en otros habrá quietud, esperar y escuchar. De cualquier manera, ¡vamos a empezar a trabajar ahora mismo!

Amado Dios, gracias por el llamamiento de mi vida. A pesar de que algunas partes de mi corazón están nerviosas y luchan, quiero hacer el trabajo y caminar en obediencia a ti. Gracias por ayudarme. En el nombre de Jesús, amén.

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Reflexionar y responder y reflexionar:
“El 1% es inspiración, el 99% es arduo trabajo” ~ Thomas Edison

Ora por liberación del temor y la distracción.
Planifica tiempo para trabajar en tu llamado.
Prepara tu corazón para escuchar de Dios.

Versículos poderosos:
Proverbios 31:17, " Ciñe de fuerza sus lomos, Y esfuerza sus brazos." (RVR1960)

© 2012  de 2012 de Amy Carroll. Todos los derechos están reservados.  

Gracias por su ayuda editando este devocional:

Wendy Bello, editora
Judith Hernandez
Ana Stine
Natash Curtis
Waleska Nickerson
Veronica Young
Karina Córdova





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