miércoles, 14 de diciembre de 2011

Alison Strobel                                                                                                                                  Amiga de Proverbios 31,                                                                                                                    Ministerios para la mujer

 Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas." Proverbios 3:5-6 (NVI)
Lectura:

Ayer fui a una entrevista para un nuevo trabajo: Maestra sustituta de una escuela secundaria. ¿Que valiente soy? Cuando salí, tenía un llamado completamente nuevo.
La cuestión es, que yo no quiero un nuevo llamado. Me gustan los llamados con los que he estado viviendo: esposa, madre, escritora de novelas, autora de libros de niños. No pensé que Dios tuviera algo más debajo de la manga, y yo estaba  contenta con eso.
El hombre que me entrevistó me dijo que él tenía el don del discernimiento. Después hizo algo que yo nunca había visto o experimentado: declaró una palabra sobre mí.
Este tipo de cosas no pasan en la iglesia donde yo crecí. Para mí el don de discernimiento significaba tener un gran sentido de saber si la enseñanza de alguien era bíblica o no, o si alguien estaba diciendo la verdad. No quería decir que Dios pudiera darle a alguien una visión de sus planes para mí. Sin embargo lo que este hombre me dijo encajaba como una pieza de un rompecabezas en los cambios por los que yo había estado pasando últimamente, tanto en lo personal como en lo profesional. Mientras él hablaba, yo sabía que lo que él me estaba diciendo era verdaderamente de Dios.     
Pero no salí de esa oficina entusiasmada. Es más, no estaba para nada emocionada con todo lo que él me dijo, a pesar que habló directo a mi corazón. Se requería que yo abriera mis manos y dejara ir cosas que había estado aguantando muy fuertemente. Y para ser honesta, parte de mi realmente no quería.
Me gusta mi vida como es. Recuerda, Dios, que yo no soy amiga de los cambios, aunque signifique ver otro sueño hacerse realidad.
El asunto en realidad es este: Lucho para confiar en Dios.
En mi novela Composing Amelia [Arreglar a Amelia], Amelia lucha con la misma cosa. Ella prefiere quedarse con lo que es familiar para ella a confiar en el llamado de Dios, que a ella le gusta pero que no puede visualizar en este momento.
Yo no quiero ser como Amelia. No quiero ser de vista corta, dudando del deseo de Dios o de su habilidad para bendecirme, ni resistirme al futuro que Él tiene para mí. Pero mi falta de confianza, el miedo a lo desconocido y mi  falta de disposición de renunciar a la vida cómoda me amenazan con impedirme obedecer a Dios, y eso definitivamente no es bueno.
Por lo que tengo que tomar una decisión.  ¿Creeré que los planes de Dios son mejores que los míos? ¿Me arriesgaré a salirme de mi zona de comodidad? ¿Creeré que los dolores al crecer valdrán la pena por las bendiciones que vendrán? ¿Creeré que Dios realmente cuidará de mí? ¿O voy a agacharme debajo de mi escritorio con los dedos en las orejas y hacer como que la reunión de ayer nunca ocurrió?
¿Y qué de ti? ¿Qué cambios está trayendo Dios a tu vida que te hacen apretar los pies y agarrarte fuerte de lo que sea que necesitas soltar? ¿Crees que la recompensa vale la pena del dolor?  ¿O que el plan perfecto de Dios vale la pena como para dejar atrás tu complacencia y tu comodidad?  
¿Le crees? ¿O estás escondiéndote y esperando que Él pase sin verte?
Lo no conocido da miedo. Pero al final, por lo menos a mí, me asusta más el pensar en lo que habría podido ser si yo no suelto lo que necesito soltar. Por lo que hago una oración, abro mis manos, y miro más allá de lo que conozco, en la expansión del futuro donde un gran símbolo de interrogación domina el paisaje. ¿Lo ves también?
Hoy, escojamos creerle a Dios sin necesidad de que entendamos o de que nos guste lo que Él nos ha llamado a hacer. Sometámonos a Él, creyendo que el camino que Él nos llama a tomar, siempre valdrá el riesgo, valdrá el esfuerzo, simplemente porque Él nos ha escogido para eso.
Amado Dios, te alabo por tu amor y por tu deseo de verme crecer. Te agradezco por la promesa en tu palabra de que siempre estás con nosotros, a cada paso del camino, sin importar si te vemos o no, si te sentimos o no. Perdona mis incertidumbres y mis dudas sobre el futuro, y dame la fuerza para dar el paso que tú me estás llevando a tomar. En el nombre de Jesús, Amén.
Pasos para la aplicación:
Toma tiempo un día de esta semana para memorizar el versículo de hoy. Pasa algún tiempo orando o escribiendo acerca de una situación a la cual puedas aplicar el versículo.

Recursos relacionados:
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Puntos para reflexionar:
¿Hacia dónde me está llamando Dios a salir de mi zona de comodidad?
¿Qué me esté reteniendo?

¿Qué me ayudará a dar ese primer paso? ¿Algo de responsabilidad? ¿Marcar un día en el calendario para comenzar?  Determina qué ayudará y comprométete a hacerlo esta semana.

Versículos que te darán fuerza:
Salmos 9:9-10, " El Señor es refugio de los oprimidos; es su baluarte en momentos de angustia.  En ti confían los que conocen tu nombre, porque tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan." (NVI)

Salmos 56:3-4a, " Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza. Confío en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y no siento miedo." (NVI)
© 2011  de Alison Strobel. Todos los derechos están reservados.  


Natasha Curtis
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