lunes, 28 de octubre de 2013
Van Walton
“Muchas son, Señor mi Dios las maravillas que tú has hecho. No es posible enumerar tus bondades a favor nuestro. Si quisiera anunciarlas y proclamarlas, serian más de lo que puedo contar.” Salmos 40:5 (NVI)
Lectura:
Los Señores Schmidt y Bradford fueron mis maestros favoritos en el sexto grado. Sabían dos cosas acerca de mí: yo era bilingüe y vivía cerca del barrio de chabolas más grande de Bogotá, Colombia. Siempre recordaré el día que estos dos hombres jóvenes pidieron mi ayuda.
En los principios de los años 1960 mi familia vivía en Bogotá. El señor Schmidt y el señor Bradford eran profesores en la escuela americana a la que yo asistía. Cada día en su camino a la escuela, pasaban el vecino barrio de chabolas. Pronto desarrollaron una visión para educar a los niños que vivían allí, y su gran sueño me incluía a mí.
¿Podría yo ser su intérprete del inglés al español y viceversa? Con la aprobación de la escuela, diseñaron un programa gratuito para los niños que no tenían acceso a la educación.
No solo me pidieron que fuera su intérprete sino que me incluyeron en su programa como tutora en las tardes.
Esta idea despertó algo que estaba escondido en mi corazón, esperando el momento adecuado para emerger. Crecí rodeada de una pobreza indecible y aunque era solo una niña, experimentaba una carga constante. ¿Cómo era posible que tuviera una casa y los niños de la calle no tenían nada? Soñaba con ayudar, pero desechaba la idea porque era solo una niña.
Sin embargo, Dios no lo veía así. Él tenía un plan. Mis clases en educación comenzaron mucho antes de que yo asistiera a la universidad. Al trabajar junto a de dos profesores comprometidos, me puso en un camino que sentó las bases para algo más que un trabajo. Se convirtió en una vocación de vida.
Los años pasaron. Mi familia regresó a los Estados Unidos. Me gradué de la universidad con un Bachillerato en Español y comencé mi carrera como profesora. Me casé. Llegaron los bebés.
Parecía que mi vocación de enseñar estaba en espera. Pero como una madre ama de casa, tuve la oportunidad de conocer otra educación, la espiritual. Comencé a asistir a estudios bíblicos y mi pasión original por la educación se multiplicó. Quería compartir la Biblia con los demás. Y lo hice, primero con mis hijos y luego con otras mujeres.
De enseñar clases de Biblia, Dios amplió mi ministerio. Y una vez más, sus maravillas salieron a la luz. Era obvio que cuidadosamente me había ubicado. Hace unos años empecé a alcanzar a mujeres cuya lengua materna es el español al traducir, junto con un equipo de mujeres muy capaces y comprometidas con el evangelio, lecturas que llegan al mundo entero.
Nunca pensé que localizaría el plan de Dios para mi vida en las laderas andinas de América del Sur y la visión de dos maestros dedicados. Ese plan continúa en el trabajo del ministerio que alimenta mi pasión hoy día en Carolina del Norte. Mirando hacia atrás, veo muchas cosas maravillosas que Dios ha tenido para mí, y realmente son demasiadas para contar, como dice el Salmo 40:5.
Estoy asombrada de que Dios eligió a una chica joven que vivía en la selva y entretejer sus experiencias, junto con la vida de otros, en sus planes presentes y futuros para confirmar sus maravillosos caminos: "Muchos, Señor mi Dios, son las maravillas que has hecho, las cosas que planeas para nosotros. Ninguno se puede comparar contigo; Si fuera a hablar y a decir de sus actos, serían demasiados para declarar."(Salmo 40:5).
Si Dios hizo esto conmigo, puede hacerlo contigo también.
Padre celestial, gracias por sembrar sueños en nuestros corazones para servirte, incluso como niños. Abre nuestros ojos a tu obra alrededor de nosotros, y a cómo entretejes personas y circunstancias para tu reino. Eres alguien que da sueños y que hace cumplir sueños. Te adoro y te doy toda la gloria. En el nombre de Jesús, Amén.
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Reflexionar y responder:
Toma unos momentos hoy y reflexiona sobre tu vida. Observa cómo los aspectos más destacados se entretejen y señalan los caminos maravillosos de Dios.
Versículo poderoso:
Jeremías 29:11, “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes – afirma el Señor – planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.” (NVI)
© 2013 de Van Walton. Todos los derechos están reservados.
sábado, 26 de octubre de 2013
Wendy Pope
"Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente." Salmo 51:12 (NVI)
Lectura:
A través de mi experiencia como conferencista, y de mi continuo contacto con las personas, confiadamente puedo decir que para muchos individuos no es tan fácil y rápido aceptar el perdón de Dios por sus pecados y tampoco que se perdonen ellos mismos. Por alguna razón creemos que estamos obligados a castigarnos por los pecados que hemos cometido. Nos encarcelamos y retiramos de todas las “actividades divinas” por un período de tiempo hasta que nos sentimos rescatados y dignos de reincorporarnos al “mundo cristiano.” Olvidamos que el beneficio de ser perdonados por Dios es ser libres. El enemigo quiere mantenernos en este estado de condenación, viviendo y sintiéndonos culpables de nuestros pecados, aun en la libertad del perdón.
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu Santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y Espíritu noble me sustente.” (RVR)
No permitas que el poder de una memoria acusadora te robe el gozo y la libertad que hay en el perdón de Dios. Comprende que en realidad Dios te ama y
ha restaurado tu vida. Él no recuerda nunca más tus pecados.
ha restaurado tu vida. Él no recuerda nunca más tus pecados.
Señor, Reconozco mi necesidad de ser libre de una mente acusadora del pecado del pasado. Restáurame. Sostenme. Ahora soy libre para testificar de tu gracia y poder. En el nombre de Jesús, amén.
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Reflexionar y responder:
¿Qué pasa cuando me mantengo y sostengo mi vida en la libertad del perdón que Dios me ha dado?
¿Cómo cambiara mi vida si me sostengo en esta libertad?
¿Hay alguna persona que necesito perdonar hoy?
¿Necesito yo pedir perdón?
Memoriza el Salmo 51:10-12. Repítelo en voz alta. Y cada vez que vengan pensamientos acusadores, tráelo a tu memoria.
Versículos poderosos:
Salmo 32:5, “Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Selah” (NVI)
Salmo 71:20, “Tú me hiciste pasar por muchos aprietos y problemas, pero volverás a darme vida: ¡de lo profundo de la tumba volverás a levantarme!” (BLS)
2 Corintios 5:21, “Cristo nunca pecó. Pero Dios lo trató como si hubiera pecado, para declararnos inocentes por medio de Cristo.” (BLS)
© 2013 de Wendy Pope. Todos los derechos están reservados.
Gracias por su ayuda en la traducción de esta lectura:
y las que traducen las lecturas:
Ana Stine
Waleska Nickerson
Karina Córdova
Cony Villareal
Van Walton. Directora del ministerio para latinas
lunes, 21 de octubre de 2013
Wendy Pope
“Así que ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de
Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que
confiesan su nombre.” Hebreos 13:15 (NVI)
Lectura:
Mis ojos captaron los de ella mientras
salía del salón. La sombría expresión de su cara revelaba el peso de su
corazón. Le lancé una mirada inquisitiva a la cual ella simplemente dijo “no”
con su cabeza. Habíamos estado orando para que recibiera buenas noticias, un
“sí” a una oportunidad por la que cual ella había estado trabajando muy duro.
La llamada llegó, pero esa oportunidad le había sido negada.
Reconocí su dolor. Su nombre:
rechazo. Al igual que mi amiga, yo había estado esperando una llamada similar,
solo para ser rechazada también.
Quizá también ya hayas conocido
a ese intruso nunca bienvenido, el rechazo.
Tú trabajas muy duro para ganar
una promoción, y al final resultas ignorada. Intentas ser una esposa amorosa, y
aun así tu esposo te deja. Amigos bien intencionados nos aseguran que “los
tiempos y los planes de Dios son perfectos”. Con gran compasión nos dicen:
“sigue confiando en Dios”. Pero a veces, cuando el rechazo nos pega fuerte,
necesitamos un empujón en nuestra confianza. Necesitamos algo cuando nos
sentimos en el fondo del pozo. Momentos así están hechos para alabar.
Las alabanzas curan nuestro
desánimo de una manera en que las simples palabras no pueden. Cuando alabamos a
través de nuestro dolor, Dios en su poder sobrenatural nos da fuerza para hacer
lo que parece imposible: alzarnos por encima de nuestras circunstancias.
Nuestras alabanzas redirigen nuestro enfoque hacia Él, en vez de hacia nuestro
rechazo, y nos recuerdan que Dios siempre nos da la bienvenida en su presencia.
Alabar a Dios es fácil cuando
la vida está llena de felicidad y éxitos. Sin embargo, cuando estamos lidiando
con rechazos, alabar a Dios puede ser difícil; puede parecer incluso un
sacrificio. No necesariamente es fácil ofrecer un corazón agradecido cuando
sentimos que no tenemos mucho que agradecer. No obstante, el autor de Hebreos
nos aconseja “ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de
alabanza, es decir, el fruto de los labios” (Hebreos 13:15b). Justo como la fruta es dulce y placentera al
paladar, la alabanza es dulce y placentera al Señor.
Alabar en medio del dolor (y
para ser honestas, a veces en medio de la conmiseración) parece requerir una fuerza
que no tenemos. Pero el autor de Hebreos 13:15 nos dice que nuestra habilidad
para alabar en los momentos difíciles viene por medio de Jesucristo.
Al acceder a su poder, nuestro
sacrificio de alabanza generará más fuerza para alabar, lo cual generará más
alabanza. ¡Es un hermoso ciclo! La alabanza mueve nuestra mirada del rechazo y
la dirige a todo lo que tenemos en Jesús: paz, consuelo y aceptación.
Más tarde esa semana le envié
un mensaje de texto a mi amiga para saber cómo estaba. Ella se tomó algo de
tiempo a solas para alabar a Dios y el dolor del rechazo que tuvo que enfrentar
había empezado a aflojar. ¿Sus problemas desaparecieron? ¿Su rechazo se volvió
aceptación? No. Pero su dolor se volvió alegría al enfocarse en la alabanza que
fue dulce y placentera a su Señor.
Amado Señor, gracias por proveer de todo lo que necesito,
todo el tiempo. Tú incluso me das la fuerza para alabarte. ¡Qué Dios tan grande
eres! Cuando llegue el rechazo, ayúdame a recordar la verdad que he aprendido
hoy. En el nombre de Jesús, Amén.
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¿Cuál es tu respuesta típica cuando tienes que lidiar con
el rechazo?
Hoy pasa un tiempo a solas y alaba al Señor. Continúa
alabando hasta que tu alabanza genere aún más alabanzas.
Versículos que te darán fuerza:
Salmo 7:17, “¡Alabaré al Señor por su justicia! ¡Al nombre del Señor altísimo cantaré salmos!” (NVI)
Salmo 21:13, “Enaltécete, Señor, con tu poder, y con
salmos celebraremos tus proezas.” (NVI)
© 2013 de Wendy Pope. Todos los derechos están
reservados.
sábado, 19 de octubre de 2013
Sharon Glasgow
“Ten compasión de mí, oh Dios; ten compasión de mí, que en ti confío. A la sombra de tus alas me refugiaré, hasta que haya pasado el peligro. Clamo al Dios Altísimo, al Dios que me brinda su apoyo.” Salmo 57: 1-2 (NVI)
Lectura:
Colgué el teléfono, devastada por las cosas que la otra persona había dicho del otro lado de la línea. Todo estaba bien hasta la llamada y ahora mis pensamientos amenazaban con ahogarme en la desesperación. No podía hacer nada, limpiar, cocinar, organizar los papeles, ni siquiera hablar. Estaba paralizada por el miedo.
Desesperadamente corrí y abrí mi Biblia. Allí busqué en la concordancia referencias sobre la paz. Encontré varias y comencé a repetirlas en voz alta con tremenda urgencia. Oré a Dios que refrescara mi mente con el poder de sus palabras. Esto fue completamente asombroso. Como siempre lo es. Él refrescó mi mente sobrenaturalmente. Las circunstancias no habían cambiado, y ni una sola persona terrenal había acudido a consolarme. Hablé con el Rey del Universo y Él ministró mis pensamientos con el poder de su Palabra.
Comencé a llorar, pero esta vez no fue de desesperación. Lloraba asombrada por lo que Dios había hecho por mí en ese momento de confusión y desesperación. Sorprendida y maravillada por la paz que depositó en mí en ese momento, recordé a Jeremías, y podía entender ahora cómo se sentía, en medio de su desesperación, hasta el nivel de no querer recordar ni siquiera el día de su nacimiento.
En medio de sus angustiosos pensamientos, encontró la Palabra de Dios y la Palabra trajo gozo al corazón de Jeremías. Qué maravilloso poder tenemos también nosotras ahora en esa misma Palabra.
Sostuve la Palabra de Dios aquel día cerca de mi pecho y ella entró en mi alma. Caí de rodillas y di gracias a Dios por el poder de su Palabra en mí. No puedo dejar de testificar el bienestar que Él me dio en medio de mi aflicción, a través del poder de su Palabra.
La próxima vez que tengas una llamada de emergencia emocional, ya sabes adónde acudir primero en busca de rescate.
Amado Dios, gracias por darnos la vida en un libro. Tu Palabra viene a nosotros de manera directa, al rescate, para liberarnos en medio de la desesperación. Eres digno de toda nuestra alabanza y honor. En el nombre de Jesús, amén
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Reflexionar y responder:
¿Estás cansada porque tu vida últimamente se ha vuelto pesada y tormentosa?
¿Estás cansada porque tu vida últimamente se ha vuelto pesada y tormentosa?
¿Qué es lo primero que haces en circunstancias de temor?
Ve directamente a lo que ahora sabes. Te proporcionará ayuda en esos momentos. La palabra de Dios. La Biblia.
Ve a tu librería cristiana y cómprate una Biblia que tenga concordancia y muchos espacios libres para que puedas escribir en ella.
Comienza a leer la Biblia como tu fuente de esperanza. Escribe tus pensamientos. Márcala con las promesas de Dios. Escribe versículos en tarjetas y memorízalos para usarlos en momento de necesidad y angustia. Recuerda que la Palabra de Dios es lumbrera a tus pies, luz en tu camino.
Depender de la palabra de Dios es como el oxígeno que necesitamos para vivir.
Versículos poderosos:
Hebreos 4:12, “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón.” (NVI)
Salmo 119:103, “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! ¡Son más dulces que la miel a mi boca!” (NVI)
Salmo 119:107, “Señor, es mucho lo que he sufrido; dame vida conforme a tu palabra.”(NVI)
© 2013 de Sharon Glasgow. Todos los derechos están reservados.
y las que traducen las lecturas:
Ana Stine
Waleska Nickerson
Karina Córdova
Cony Villareal
Van Walton. Directora del ministerio para latinas
lunes, 14 de octubre de 2013
Tracie Miles
“‘Ven – dijo Jesús. Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al sentir el viento fuerte, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: - ¡Señor, sálvame!’ ” Mateo 14:29-30 (NVI)
Lectura:
Los ruidos y gritos provenientes del segundo piso causaron un pánico inmediato.
Esa mañana mi hija se había dispuesto a correr unos kilómetros en la caminadora. Todo iba bien hasta que pasó lo peor
Ella perdió su enfoque, luego su equilibrio y tropezó. La caminadora violentamente la tiró y ella quedó atrapada entre la alfombra, el piso y la pared. Se las arregló para librarse, pero no antes de que la caminadora causara estragos en su espalda, piernas y brazos.
Cuando las lágrimas se secaron y los vendajes habían sido cuidadosamente colocados sobre las heridas, le pregunté cómo ocurrió el accidente. Resulta que ella tenía mucho que hacer además de solo correr. Por ejemplo, el televisor con alto volumen, mensajes de texto (que por supuesto necesitaban una urgente atención), un cordón flojo y fatiga en las piernas.
Había muchas distracciones que la hicieron caer, y ella estaba demasiado débil para recuperar su equilibrio. Allí juró nunca volver a usar una caminadora. ¡Pero nunca!
La caída de mi hija es muy parecida a lo que sucede en nuestro caminar cristiano. Completamente pretendemos permanecer centradas en Cristo, pero las distracciones de la de vida causan que nuestro enfoque se desequilibre. Tropezamos en nuestra fe y nos deja golpeadas y sin poder levantarnos.
Mateo 14:29 nos muestra cómo Pedro sufrió una caída cuando perdió su enfoque. Pedro y los discípulos quedaron atrapados en una tormenta terrible mientras estaban en su barco, azotados por lluvias torrenciales. Cuando Pedro vio a Jesús de pie sobre el agua, pidió hacer lo mismo, caminar sobre el agua. Vamos a retomar la historia: “Sí, vamos,” dijo Jesús. Así Pedro se lanzó por la borda y caminó sobre el agua hacia Jesús. Pero cuando vio el fuerte viento y las olas, se aterrorizó y empezó a hundirse. “¡Sálvame, Señor!” gritó.” (Mateo 14:29-30)
Cuando las olas del miedo, inseguridad, desaliento o estrés están a mí alrededor, yo tropiezo también. Estas se convierten rápidamente en mi enfoque en lugar de fijar los ojos en Jesús. Por supuesto, me hundo bajo el peso de estas circunstancias y caigo.
Mi "caída" es algo así: en lugar de orar, me preocupo por la salud de mi padre. En lugar de alabar a Dios y buscarlo para que provea, me estreso con el pago de las cuentas. Y en lugar de confiar en que Él me ayudará a completar una tarea, dudo de si voy a ser capaz de completar todo lo que está escrito en mi agenda. Todas estas distracciones me derriban y alejan mi fe de Jesús.
Esto es lo asombroso acerca de Jesús. Cuando Pedro comenzó a hundirse, gritó para que Jesús lo salvara. Y Jesús lo hizo. Al igual que Jesús no dudó en sacar a Pedro de las olas ásperas, también nos sacará a ti y mi si se lo pedimos.
La vida tiene estaciones tormentosas. De diagnósticos de salud inesperados, años en que los hijos deciden abandonar a Dios, meses difíciles en nuestro matrimonio... todas causan olas de duda, estrés, preocupación o miedo. Estas cosas pueden causarnos un tropiezo y nos caemos si solo nos enfocamos en ellos.
El mejor lugar para situar nuestros ojos es en Jesús. Él es nuestra paz, fuente de esperanza y la única persona en quien podemos confiar que siempre estará a nuestro lado. Y cuando nos caemos, tan pronto como lo llamamos, Él nos levanta.
Querido Jesús, confieso que pierdo mi enfoque en ti mientras corro a través de las distracciones de la vida. Me he caído muchas veces. Ayúdame a confiar y tener fe en ti y evitar que la vida me distraiga de sus verdades. Amén.
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Reflexionar y responder:
¿De qué manera te ha distraído la vida, causando que inadvertidamente pierdas el enfoque en Cristo?
Cierra los ojos y visualízate parada en una tormenta mirando a Jesús. Sé audaz y camina hacia Él. Ten fe en que no importa cuánto la vida ha causado que te distraigas, Él está listo para llegar y traerte cerca una vez más.
Versículos poderosos:
Proverbios 4:25-27, "Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti. Endereza las sendas por donde andas; allana todos tus caminos. No te desvíes ni a diestra ni a siniestra; apártate de la maldad.” (NVI)
© 2013 de Tracie Miles. Todos los derechos están reservados.
sábado, 12 de octubre de 2013
Glynnis Whitwer
“He aquí, en las palmas de mis manos, te he grabado...” Isaías 49:16 (BLA)Aunque muchos caigan alrededor de ti, tú eres apreciada y amada por Dios Todopoderoso. Hoy Él toma tu rostro entre sus manos, manos que tienen tu nombre grabado para que recuerdes que Él te escogió y nunca te dejará.
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© 2013 de Glynnis
Whitwer. Todos los derechos están reservados.
Gracias por su
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Ana Stine
Waleska
Nickerson
Karina Córdova
Cony Villareal
Van Walton. Directora
del ministerio para latinas
lunes, 7 de octubre de 2013
Stephanie Clayton
“—Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua —contestó Jesús—, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida.” Juan 4:10 (NVI)
Lectura:
Yo lo intento con todas mis fuerzas, ¿y para qué? De todos modos no consigo nada.
Las cosas nunca van a cambiar. He estado orando por años. Estoy lista para darme por vencida.
Quizá es que me casé con la persona equivocada. ¿Por qué tengo que quedarme en un matrimonio en el que soy tan miserable?
Sólo quiero que él me note…
Estas son las lamentaciones de una esposa agotada y emocionalmente desgastada. ¿Cómo lo sé? Porque he estado en esa situación.
Los primeros ocho años de mi matrimonio fueron duros. Mi esposo y yo éramos muy jóvenes y era muy difícil tomar decisiones y hacer nuestra vida juntos en general. Él quería una cosa y yo otra. ¿Seríamos capaces de ponernos de acuerdo? ¿Sería él capaz de satisfacer todas mis necesidades? Tan desesperada estaba por ser feliz que empecé a resentirlo a él en lugar de lidiar con la verdadera fuente de mi tristeza y falta de plenitud: mi pasado.
Yo empecé mi matrimonio cargando con mucho dolor de un pasado que me rehusaba enfrentar. Sin ser realista pensé que después de casada este dolor desaparecería. Pero no sucedió así. El dolor continuaba. Y me volví amargada con mi esposo porque él no era suficiente para arreglar los errores de mi vida.
Pero la verdad es que no era responsabilidad de mi esposo ser la fuente que lo cura todo. Aun si él lo hubiese intentado, nada ni nadie en la tierra podría haber arreglado el dolor ni llenado mi vacío. No, tenía que encontrar mi sanidad y esperanza en algo más. La respuesta a mi insatisfacción la encontré en el capítulo 4 de Juan en la historia de otra mujer infeliz.
Un día esta mujer, que había estado casada cinco veces y que ahora vivía con otro hombre, fue a sacar agua de un pozo. Ahí se encontró con Jesús. Jesús, que vio claramente sus heridas y su dolor, y reconoció el deseo de su corazón de ser amada, compartió con ella esta verdad que transformó su vida:
“Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida… El que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás” (Juan 4:10, 14a).
Jesús la invitó a tener una relación con él. No porque él quisiera tomar el lugar de cualquier hombre o esposo en su vida, sino porque quería tener una posición aún más alta en su corazón. Él le ofreció ser su salvador, el que todo lo satisface.
Jesús invitó a esta mujer con el corazón sediento a beber de él y a refrescarse, animarse, revivir, sentirse consolada, y mucho más. Él le aseguró que en él, ella no volvería a sentir sed otra vez.
Con mucha frecuencia recurrimos a nuestros esposos (o a otras personas, posiciones o posesiones) con expectativas irreales, queriendo que ellos ofrezcan lo que solo Cristo puede hacer: sanidad perfecta, amor interminable, y apoyo suficiente.
Pero cada matrimonio tiene sus etapas. Habrá momentos en los que te sientas profundamente plena, y habrá momentos en los que te sientas desolada y vacía. Por eso es muy importante recurrir a Cristo para encontrar tu valor y plenitud. Él es tu único salvador.
¿Cómo logras esto? Dedica tiempo a conocerlo, ¡justo como tú llegaste a conocer a tu esposo cuando estaban de novios! Estudia la Biblia, ora y pasa tiempo a solas con Dios diariamente. Reemplaza tus pensamientos de duda, de falta de valor o de desprecio con la verdad que encuentras en las escrituras.
Con el tiempo, Dios sanó nuestro matrimonio. Tuve que ir a terapia para lidiar con mi pasado, y mi esposo fue aconsejado por un mentor cristiano. Al ir empezando a encontrar satisfacción personal en nuestras relaciones individuales con Cristo, simultáneamente nosotros empezamos a crecer más cerca el uno al otro. El primer paso para restaurar nuestro matrimonio, sin embargo, fue aceptar la exclusiva invitación del Señor para que bebamos del agua que solo él provee.
¿Lo aceptarías hoy también? Él te está ofreciendo agua que da vida. Bebamos profundamente y permitamos que la sanidad comience.
Padre, gracias por enviar a tu hijo, Jesús, para que tenga una relación conmigo. Ayúdame a buscarlo y a encontrar mi satisfacción en él solamente. Mientras eso ocurre, por favor sáname a mí y a mi matrimonio. En el nombre de Jesús, Amén.
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Un matrimonio mejor en 4 semanas, estudio en línea por Wendy Bello
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Reflexionar y responder:
Haz una evaluación honesta: ¿esperas que tu esposo mejore el dolor de tu pasado, te llene y sea tu fuente de felicidad?
Hoy dedica algo de tiempo para conocer a Jesús estudiando las Escrituras y orando.
Versículos poderosos:
Isaías 55:1, “¡Vengan a las aguas todos los que tengan sed! ¡Vengan a comprar y a comer los que no tengan dinero! Vengan, compren vino y leche sin pago alguno.” (NVI)
© 2013 de Stephanie Clayton. Todos los derechos están reservados.
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