lunes, 13 de septiembre de 2010
por Glynnis Whitwer                                                                                    Miembro del Equipo de conferencistas
de Proverbios 31, Ministerios para la mujer

Versículo clave:
Juan 14:25-26, "Estas cosas os he dicho estando con vosotros. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, El os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho." (LBLA)

Lectura:

La Biblia relata increíbles historias en las que Dios les habla directamente a los seres humanos. Dios le habló y se paseó con Adán Le habló a Moisés por medio de la zarza ardiente, y envió mensajes directos a Su pueblo a través de los profetas de antaño. Durante mi infancia y adolescencia me pregunté si Dios le había dejado de hablar a la gente común después de la época de la Biblia. Después de todo, yo nunca lo había oído hablar.


Pasaron los años, maduré en mi fe, me casé, enseñé escuela dominical, canté con el coro, y amé a Dios y a Su pueblo. Pero nunca oí que me hablara a mí. Para ser honesta, realmente no me preocupaba demasiado, porque supuse que Dios ya había dicho todo lo que Él quería decir, y lo había dicho en la Biblia. ¿Qué más necesitaba escuchar?

Aparentemente, Dios tenía otras cosas que decir. No fue hasta que nos mudamos al otro lado del país que descubrí que Él añoraba comunicarse personalmente conmigo.

Hace doce años, mi familia se mudó de Phoenix a Charlotte. No fue una mudanza que yo quisiera, pero a regañadientes consentí apoyar el sueño de mi esposo de vivir en otra parte. En lugar de entregarme a la aventura, lo único que veía eran mis pérdidas: mi carrera, la iglesia, los amigos y los parientes cercanos. Sentía un gran desconsuelo.

Fue en esa condición en la que comencé a escuchar que Dios me "hablaba" a mí. No era con voz audible, ni en ninguna de las formas comunes, sino simplemente una clara voz dentro de mi espíritu. Una voz que antes no existía dentro de mí. Dios me traía a la mente versículos bíblicos que no sabía que tenía memorizados. Me daba palabras de aliento que eran específicamente para mí. Me daba orientación para hacer cosas que nunca hubiera intentado por mí misma. Este es un ejemplo.

Habíamos estado buscando una iglesia a la que asistir durante unas cuantas semanas cuando Dios nos dirigió hacia la reunión de una pequeña congregación en la escuela primaria. Una de las semanas, una joven dio su testimonio. Me tocó el corazón. Esa misma semana, oí un anuncio radial de la mujer que había hablado en la iglesia. Dios me habló de una forma en la que nunca lo había hecho y claramente me dijo que la llame y le ofrezca mis servicios como voluntaria.

Me sobresalté, pero obedecí. Me llevó unas cuantas llamadas, pero a la larga dí con Lysa TerKeurst, la presidenta de Proverbios 31, Ministerios para la mujer.

"Hola, Lysa," le dije. Las próximas palabras se me cayeron de la boca mientras le dije, "Me acabo de mudar a Charlotte, te vi en la iglesia, luego te escuché en la radio. Tengo un diploma de periodismo y me preguntaba si necesitabas algún voluntario."

Hubo una pausa al otro lado de la línea antes de que Lysa respondiera, "Hemos estado rogando por alguien con diploma de periodismo."

Fue emocionante oír que Dios me hablara, y comencé a entender lo que Jesús quiso decir cuando dijo que Dios Padre enviaría al Espíritu Santo para que se comunicara con nosotros. Ví cómo Dios orquestaba todo cuando le escuché y obedecí a su Espíritu dentro de mí. En una conversación con una amiga de donde vivía, le conté esta experiencia. Ella me dijo que quizá mi vida había estado demasiado llena antes de la mudanza como para escuchar a Dios.

Ella tenía razón, pero había más. Yo era muy independiente y tomaba decisiones sin consultar a Dios. En realidad, no lo había necesitado demasiado ni a Él ni a sus Consejos. O al menos eso era lo que yo creía. No fue hasta que perdí todo de lo que yo dependía, que me quedé vacía y desesperada esperando que Dios me llene. Desde mi posición de necesidad, el Espíritu de Dios se convirtió en mi consejero, mi consuelo y mi guía.

Hace años le había pedido a Dios que me ayudara en este aspecto. Sabía que tenía la posibilidad de volver a mi típica independencia, y quería seguir escuchando Su voz. Le pedí que me mantuviera humilde y necesitada de Él. Si bien esa fue una oración muy difícil de hacer, es aún más difícil vivirla ya que Dios respondió a ella. Si ese es el precio que debo pagar para escuchar la voz de Dios, pues lo pago con gusto.

Amado Padre Celestial, gracias por hablarle a la gente común por medio de tu Espíritu Santo. Perdóname por las veces que estoy demasiado ocupada o soy independiente. Quiero oír tu voz por sobre todas las cosas. Ayúdame a simplificar mi vida para que haya lugar para Ti. En nombre de Jesús, Amén.


Pasos para la aplicación:

Ora durante unos momentos y pídele a Dios que te hable directamente a ti. Puede que quieras pedirle que te responda a una pregunta o te dé alguna indicación. Cuando recibas la respuesta, escribe esta experiencia y compártela con alguna otra persona.

Recursos relacionados:

¿Conoces a Jesús?

Más recursos 


Puntos para reflexionar:

¿Cuándo sabes que los pensamientos que tienes NO provienen de Dios?

¿Cómo puedes abrirte para escuchar cuando Dios te habla?

Versículos que te darán fuerza:

Juan 14:16-17, “Y yo le pediré a Dios el Padre que les envíe al Espíritu Santo, para que siempre los ayude y siempre esté con ustedes. Él les enseñará lo que es la verdad. Los que no creen en Dios y sólo se preocupan por lo que pasa en este mundo, no pueden recibir al Espíritu, porque no lo ven ni lo conocen. Pero ustedes sí lo conocen, porque está con ustedes, y siempre estará en medio de ustedes.” (TLA)

Hechos 16:9-10, “Por la noche se le mostró a Pablo una visión: un hombre de Macedonia estaba de pie, suplicándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos. Cuando tuvo la visión, enseguida procuramos ir a Macedonia, persuadidos de que Dios nos había llamado para anunciarles el evangelio.” (LBLA)


2010 de Glynnis Whitwer. Todos los derechos están reservados.

Gracias por su ayuda en la traducción de este devocional.

Wendy Bello, editora

Judith Hernández 

Ana Stine
Natasha Curtis

2 comments:

Unknown dijo...

Que dios los bendiga y podrian rezar por mi saludos

Unknown dijo...

Que dios los bendiga y podrian rezar por mi saludos

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