lunes, 8 de noviembre de 2010
por Maybeth Whalen                                                                                     Miembro del Equipo de                                                                           conferencistas de
Proverbios 31, Ministerios
para la mujer


Salmos 68; 28, “Despliega tu poder, Oh Dios; haz gala, Oh Dios, de tu poder, que has manifestado en favor nuestro”. (NVI)

Lectura:

Era el primer día del estudio bíblico que yo enseñaba y no conocía a las mujeres muy bien. Cuando les pregunte cómo ellas experimentaban la presencia de Dios, recibí las respuestas que esperaba: orando, leyendo su palabra, escuchando música. Entonces una mujer levanto su mano y dijo: “Mi testimonio”

Sé que mi cara expresó mi confusión. Esa no era una respuesta que hubiera esperado. “¿Tu testimonio?”, le pregunté. Yo sabía que la palabra testimonio significaba la historia de cómo ella llegó a conocer a Jesucristo o historias de como él actuaba en su vida, pero yo no entendía lo que ella quería decir. “¿Cómo experimentas la presencia de Dios a través de tu testimonio?”, le pregunté.

“Cuando yo cuento mi testimonio, recuerdo su fidelidad”, me contestó con sus ojos negros brillantes. “Recuerdo lo que él hizo entonces y siento que él me asegura que será fiel nuevamente. Mi testimonio me recuerda la presencia de Dios a través de mi vida y que puedo contar con él.”

Yo quería que ella dirigiera el estudio ese día pues claramente tenía mucho que enseñarme a mí.

Desde ese momento he pensado en las palabras de esa mujer. He reflexionado en mi testimonio: las muchas oraciones contestadas, la voz de seguridad, experiencias de lo alto en la montaña, y las revelaciones en lo más profundo de mi desesperación. Tengo muchos ejemplos de cuando he sentido la presencia de Dios en mi vida y esas experiencias me han enseñado que puedo contar con él. Él estuvo, está y estará. Nuestros testimonios no son historias con principio y final. Son las historias en desarrollo del romance de toda una vida con el Dios vivo.

Siempre había pensado en mi testimonio como algo que podía usar para inspirar y animar a otros, pero nunca había pensado en este como algo que podía usar para inspirarme y animarme a mí misma. Dios es fiel y él lo ha probado una y otra vez. Puedo mirar atrás en mi vida y ver el rastro de sus manos, sentir su presencia y creer en su propósito.

¿Cuál es tu testimonio? ¿Cómo puede inspirarte hoy? ¿Qué necesitas recordar de tu pasado que hable a tu vida hoy? Deja que tu testimonio te hable hoy.

Amado Dios, gracias por obrar en mi vida, siempre. Cuando me desanimo, déjame ver que tú obraste en mi vida en el pasado y lo estás haciendo ahora. Ayúdame a recordar mi testimonio para que yo pueda sentir tu presencia. En el nombre de Jesús, Amén.

Pasos para la aplicación: Comienza una lista de momentos en los que Dios ha estado contigo en formas grandes y pequeñas. Mantén esa lista en un lugar donde tengas fácil acceso a ella. Agrega cosas a la lista cuando recuerdes alguna otra cosa o cuando Dios haga nuevas cosas. Saca esa lista y experimenta la presencia de Dios.

Recursos relacionados:

¿Conoces a Jesús?

Más recursos 

Puntos para reflexionar:
¿Has pensado en tu testimonio como una forma de ministrarte? ¿Pasas tiempo pensando en la fidelidad de Dios o tienes la tendencia de siempre adelantarte?

Versículos que te darán fuerza:
Salmos 9:10, “En ti confían los que conocen tu nombre, porque tú, SEÑOR, jamás abandonas a los que te buscan”. (NVI)

Salmos 145:18-19, “El SEÑOR está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan en verdad. Cumple los deseos de quienes le temen; atiende a su clamor y los salva”. (NVI)

© 2010 de Marybeth Whalen. Todos los derechos están reservados.

Gracias por su ayuda en la traducción de este devocional.


Wendy Bello, editora

Judith Hernández
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