lunes, 5 de septiembre de 2011
Glynnis
Whitwer
miembro
de Proverbios 31, Ministerios para la mujer
"Eliseo le ordenó: —Sal y pide a tus vecinos que te presten sus vasijas; consigue todas las que puedas." 2 Reyes 4:3 (NVI 2011)
Lectura:
Problemas. Prefiero guardarlos para mí misma. Independencia acérrima; mi instinto es cerrar de golpe la puerta del sótano ante la primera señal de vientos fuertes. Es decir, nadie puede entrar hasta que pase la tormenta. Yo dejaré a Dios entrar, con eso no hay problema. Pero a ti, te mantengo fuera. Con el pasar de los años Dios me ha desafiado en este método de independencia, y le llama como lo que realmente es: orgullo.
No se trata de una arrogancia declarada, sino de mantener a los demás a distancia. Eso implica: yo soy autosuficiente y no necesito tu ayuda. Además, a la niñita insegura dentro de mí le preocupa que si tú ves debilidades en mi vida, dudarás de mi capacidad. Por lo tanto, me lo guardo todo y así he creado una fachada de control.
Sin embargo, eso no funcionó muy bien. Una y otra vez Dios me ha llamado a un lugar mayor de interdependencia de otros. Él ha hecho milagros en mi vida cuando humildemente he pedido a otros que oren. Ha derrumbado muros de distancia cuando le he permitido a la gente ver a mi verdadero yo. He visto su mano moverse a petición de mis amigas piadosas.
Ahora es obvio para mí que Dios nos diseñó para trabajar juntas. Somos piezas del mismo rompecabezas y la vida tiene más sentido cuando nos relacionamos con otros.'
Hay una historia en el Antiguo Testamento que muestra el plan de Dios para la interdependencia. Lo encontramos en el libro de 2 Reyes y se trata de una viuda que tiene un gran problema. Ella necesita recursos, pero la jarra de las monedas estaba vacía. Su esposo había muerto y la dejó sin ningún medio para mantenerse y con un montón de deudas que ella no podía pagar. Los acreedores demandaban indemnización. Como no había dinero, planeaban tomar a los hijos de la viuda como esclavos.
Desesperadamente ella buscó la ayuda de Eliseo, un hombre que se conocía por haber sido separado para Dios. Eliseo le pidió que hiciera algo inusual: ve a donde todos los vecinos y pídeles vasijas vacías… muchas. Luego, debía regresar a casa, tomar el poco de aceite que tenía y echarlo en las vasijas vacías.
La viuda hizo como le indicó Elíseo. Cuando regresó a la casa, comenzó a echar el aceite en las vasijas vacías. Mientras se llenaba una jarra, sus hijos le traían otra. Llenaron todas las vasijas prestadas con aceite. Eliseo entonces le dijo que vendiera el aceite, le pagara a los acreedores y viviera con el resto. Así lo hizo ella.
Lo que me gusta de esta historia es que la cantidad del milagro del aceite fue en proporción directa con el número de vecinos a los que ella les pidió ayuda. Si le hubiera pedido a cinco vecinos, ese hubiera sido todo el aceite que habría tenido; diez vecinos, diez vasijas; etcétera. Mientras mayor fue la cantidad de personas a la que la viuda le pidió ayuda, mayor fue la provisión.
Hay otra parte de la historia que no se cuenta en el pasaje de la Biblia, pero no puedo evitar pensar si sucedió. En algún momento la viuda tuvo que devolver las vasijas prestadas. Cuando lo hizo, me imagino que le contó a cada vecino lo que Dios había hecho por ella, y cómo ese vecino jugó una parte importante en el milagro. ¡Qué testimonio debió haber sido!
Dios pudo haber hecho el milagro de cualquier forma, pero escogió involucrar a cada miembro de esa pequeña comunidad. Me imagino que nunca fueron los mismos después de haber sido parte de algo tan asombroso.
La historia me habla claramente. A menudo, Dios planea suplir mis necesidades a través de otros. Pero si me guardo mis problemas, puedo arruinar su plan para bendecir a mis amigos y dar a conocer su fidelidad. Estoy aprendiendo a negar las mentiras de un espíritu orgulloso a cambio de pedir un poco de ayuda humildemente. Estoy cambiando mi independencia acérrima por el plan de Dios de tener comunidad.
Amado Dios, perdóname por las veces en que me he guardado mis problemas para mí misma, creyendo que tengo todo lo necesario para resolverlos. Al hacerlo puedo haberme perdido tu plan de darme lo que necesito a través de otros. Ayúdame a identificar el orgullo y someterlo a ti. Ayúdame a tener un espíritu humilde y dispuesto a aprender. En el nombre de Jesús, Amén.
Pasos para la aplicación:
¿Tienes un problema que te has guardado? Comprométete a contárselo a una amiga de confianza y pídele oración por eso.
Recursos relacionados:
Cuando compras algún recurso a través de los Ministerios Proverbios 31 dejas una huella en la eternidad porque tu compra apoya las diversas esferas que sin costo alguno ofrece este ministerio para dar esperanza. Quisiéramos competir con los precios que ofrecen los enormes almacenes que venden en línea, pero sencillamente no podemos hacerlo. Por lo tanto, agradecemos muchísimo todas y cada una de las compras que hagas con nosotros. ¡Gracias!
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Más recursos
Puntos para reflexionar:
¿Por qué es difícil para algunas mujeres compartir sus problemas con otros?
¿Existe un orgullo tal que me ha impedido experimentar la verdadera comunidad bíblica?
Versículos que te darán fuerza:
Salmos 10:4: “El malvado levanta insolente la nariz, y no da lugar a Dios en sus pensamientos.” (NVI 2011)
Santiago 5:6, “Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz.” (NVI 2011)
© 2011 de Glynnis Whitwer
"Eliseo le ordenó: —Sal y pide a tus vecinos que te presten sus vasijas; consigue todas las que puedas." 2 Reyes 4:3 (NVI 2011)
Lectura:
Problemas. Prefiero guardarlos para mí misma. Independencia acérrima; mi instinto es cerrar de golpe la puerta del sótano ante la primera señal de vientos fuertes. Es decir, nadie puede entrar hasta que pase la tormenta. Yo dejaré a Dios entrar, con eso no hay problema. Pero a ti, te mantengo fuera. Con el pasar de los años Dios me ha desafiado en este método de independencia, y le llama como lo que realmente es: orgullo.
No se trata de una arrogancia declarada, sino de mantener a los demás a distancia. Eso implica: yo soy autosuficiente y no necesito tu ayuda. Además, a la niñita insegura dentro de mí le preocupa que si tú ves debilidades en mi vida, dudarás de mi capacidad. Por lo tanto, me lo guardo todo y así he creado una fachada de control.
Sin embargo, eso no funcionó muy bien. Una y otra vez Dios me ha llamado a un lugar mayor de interdependencia de otros. Él ha hecho milagros en mi vida cuando humildemente he pedido a otros que oren. Ha derrumbado muros de distancia cuando le he permitido a la gente ver a mi verdadero yo. He visto su mano moverse a petición de mis amigas piadosas.
Ahora es obvio para mí que Dios nos diseñó para trabajar juntas. Somos piezas del mismo rompecabezas y la vida tiene más sentido cuando nos relacionamos con otros.'
Hay una historia en el Antiguo Testamento que muestra el plan de Dios para la interdependencia. Lo encontramos en el libro de 2 Reyes y se trata de una viuda que tiene un gran problema. Ella necesita recursos, pero la jarra de las monedas estaba vacía. Su esposo había muerto y la dejó sin ningún medio para mantenerse y con un montón de deudas que ella no podía pagar. Los acreedores demandaban indemnización. Como no había dinero, planeaban tomar a los hijos de la viuda como esclavos.
Desesperadamente ella buscó la ayuda de Eliseo, un hombre que se conocía por haber sido separado para Dios. Eliseo le pidió que hiciera algo inusual: ve a donde todos los vecinos y pídeles vasijas vacías… muchas. Luego, debía regresar a casa, tomar el poco de aceite que tenía y echarlo en las vasijas vacías.
La viuda hizo como le indicó Elíseo. Cuando regresó a la casa, comenzó a echar el aceite en las vasijas vacías. Mientras se llenaba una jarra, sus hijos le traían otra. Llenaron todas las vasijas prestadas con aceite. Eliseo entonces le dijo que vendiera el aceite, le pagara a los acreedores y viviera con el resto. Así lo hizo ella.
Lo que me gusta de esta historia es que la cantidad del milagro del aceite fue en proporción directa con el número de vecinos a los que ella les pidió ayuda. Si le hubiera pedido a cinco vecinos, ese hubiera sido todo el aceite que habría tenido; diez vecinos, diez vasijas; etcétera. Mientras mayor fue la cantidad de personas a la que la viuda le pidió ayuda, mayor fue la provisión.
Hay otra parte de la historia que no se cuenta en el pasaje de la Biblia, pero no puedo evitar pensar si sucedió. En algún momento la viuda tuvo que devolver las vasijas prestadas. Cuando lo hizo, me imagino que le contó a cada vecino lo que Dios había hecho por ella, y cómo ese vecino jugó una parte importante en el milagro. ¡Qué testimonio debió haber sido!
Dios pudo haber hecho el milagro de cualquier forma, pero escogió involucrar a cada miembro de esa pequeña comunidad. Me imagino que nunca fueron los mismos después de haber sido parte de algo tan asombroso.
La historia me habla claramente. A menudo, Dios planea suplir mis necesidades a través de otros. Pero si me guardo mis problemas, puedo arruinar su plan para bendecir a mis amigos y dar a conocer su fidelidad. Estoy aprendiendo a negar las mentiras de un espíritu orgulloso a cambio de pedir un poco de ayuda humildemente. Estoy cambiando mi independencia acérrima por el plan de Dios de tener comunidad.
Amado Dios, perdóname por las veces en que me he guardado mis problemas para mí misma, creyendo que tengo todo lo necesario para resolverlos. Al hacerlo puedo haberme perdido tu plan de darme lo que necesito a través de otros. Ayúdame a identificar el orgullo y someterlo a ti. Ayúdame a tener un espíritu humilde y dispuesto a aprender. En el nombre de Jesús, Amén.
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Salmos 10:4: “El malvado levanta insolente la nariz, y no da lugar a Dios en sus pensamientos.” (NVI 2011)
Santiago 5:6, “Por eso, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz.” (NVI 2011)
© 2011 de Glynnis Whitwer
Gracias por su
ayuda en la traducción de este devocional.
Wendy Bello, editora
Natasha
Curtis
Veronica Young
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